Piero Coda nació en Cafasse (Turín) en 1955. Sacerdote de la
diócesis de Frascati. Doctor en filosofía y en teología. Fue profesor de
teología trinitaria en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. Consultor
de la Conferencia Episcopal Italiana. Participó como teólogo en la Asamblea Ecuménica
de Basilea (1989) y en el Sínodo de Obispos para Europa (1991). Es el director
del Instituto Universitario Sophia, de Loppiano (Italia), centro de estudios
del Movimiento de los Focolares, donde regenta la cátedra de Teología
sistemática.
Este teólogo, acaba de publicar un manual de Teología Trinitaria, en el
que sostiene como eje vertebrador que un rostro trinitario de Dios es el
horizonte de verdad último y resolutivo del evangelio de Jesús, si esto se
entiende en su más auténtico y original significado teológico y antropológico.
La figura trinitaria del Dios de los cristianos no incide en la persona solo configurando
su vivencia interior y religiosa, sino que además dice algo decisivo sobre la
calidad de su relación con el otro y con los otros, al hacerse historia de la
existencia humana dentro del escenario cósmico del universo y de su destino. La
percepción de tal novedad innegable lleva a una redefinición de las expresiones
culturales que se inspiran en el evangelio y a la vez a su renovada y más
incisiva inserción en el ágora planetario de nuestro tiempo. El trabajo que
presenta Piero Coda intenta responder, desde la vertiente teológica, a esta
gran instancia decisiva que de por sí interpela a todos los saberes. No se
trata de un tratado ni de un manual en el sentido clásico del término. El
propósito del presente libro es más modesto,según el autor, pero tal vez
también más ambicioso: retomar de nuevo la herencia de la tradición cristiana,
rastreando en ella la aportación a su juicio determinante para el futuro de la
familia humana. El advenimiento de Dios, acontecido ya una vez para siempre, en
la plenitud de los tiempos, en Cristo Jesús, es repropuesto en la
apertura/espera (siempre nueva y apremiante en el soplo del Espíritu) de su
cumplimiento, que se anticipa y construye dramáticamente en el devenir de
nuestra historia.
Además, como novedad, y
más en este año, el autor introduce una reflexión teológica de fondo sobre
Santa Teresa de Jesús en su manual trinitario . Añadimos a continuación, por
este motivo, una de sus bellas páginas:
“Teresa de Jesús y Juan
de la Cruz han subrayado el hecho de que la vía que conduce a Dios es la
negación de uno mismo (el nada, nada, nada de Juan de la Cruz), vivida en la
unión con Jesucristo Crucificado, a través del bautismo, la fe, la Eucaristía.
Una vez que se alcanza y se pone al desnudo en ese aniquilamiento el centro del
alma, ese centro se convierte como en “polo negativo” che se une en el amor a
Dios, que es el “polo positivo” . Y de esa forma, la vida trinitaria se
comunica entre Dios y el alma, que queda totalmente iluminada y habitada por la
Santísima Trinidad. Pero escuchemos el testimonio Teresa.
Ella describe en estos
términos la clara inteligencia que logra alcanzar, por experiencia directa, del
misterio trinitario:
A las personas
ignorantes parécenos que las Personas de la Santísima Trinidad todas tres están
-como lo vemos pintado- en una Persona, a manera de cuando se pinta en un
cuerpo tres rostros ; y ansí nos espanta tanto, que parece cosa imposible y que
no hay quien ose pensar en ello, porque el entendimiento se embaraza y teme no
quede dudoso de esta verdad y quita una gran ganancia. Lo que a mí se me
representó, son tres Personas distintas, que cada una se puede mirar y hablar
por sí. Y después he pensado que sólo el Hijo tomó carne humana, por donde se
ve esta verdad. Estas Personas se aman y comunican y se conocen (...). En todas
tres Personas no hay más de un querer y un poder y un señorío, de manera que
ninguna cosa puede una sin otra, sino que de cuantas criaturas hay es sólo un
Criador. ¿Podría el Hijo criar una hormiga sin el Padre? No, que es todo un
poder, y lo mismo el Espíritu Santo; así que es un solo Dios todopoderoso, y
todas tres Personas una Majestad (Relaciones 33 (versión it. Opere, Roma 1981).
Conforme a la metáfora
que Teresa ha hecho célebre, el alma ha sido creada para convertirse en
“castillo interior” donde habita la Santísima Trinidad.
(Podemos) considerar
nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde
hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo
consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso
adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento
adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los
bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un
alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros
entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden
llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y
semejanza (Castillo interior I, 1,1, versión it. En Opere, 761-762).
El testimonio de Teresa
aparece, por tanto, en esta luz, como la exégesis carismática y casi como la
encarnación de la palabra de Jesús: Si alguien me ama, cumplirá mis palabras, y
mi Padre le amará y vendremos a él y pondremos en él nuestra morada (Jn 14,23).
Así cuenta Teresa:
Y metida en aquella
morada , por visión intelectual, por cierta manera de representación de la
verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas, con una
inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima
claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al
alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un
poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo
entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del
cuerpo, porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres
Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el
Evangelio que dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a
morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos .
Parecióme se me
representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así me
parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba
en sí y tenía las tres Personas. También entendí: «No trabajes tú de tenerme a
Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí». Parecíame que de dentro de mi
alma - que estaban y vía yo estas tres Personas- se comunicaban a todo lo
criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo .
Comenzó a inflamarse mi alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente a toda la Santísima Trinidad (...). Y así me parecía hablarme todas tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente (...). Entendí aquellas palabras que dice el Señor: que estarán con el alma que está en gracia las tres divinas Personas, porque las veía dentro de mí por la manera dicha (cf. Jn 14,23)” .
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