viernes, 4 de abril de 2014

La fe es razonable en Edic. Rialp

En todas las épocas de la historia, el género apologético ha formado parte del quehacer teológico como cauce de diálogo con la cultura del momento y como medio de profundización en la propia fe. Si es cierto que el adjetivo «apologética» aplicado a la teología ha caído en un cierto desuso debido a las resonancias combativas o polemistas que adquirió en épocas pasadas, también es verdad que la pregunta por la razonabilidad de la fe, por las razones para creer, será siempre una cuestión teológica fundamental ineludible,y una dimensión esencial de la teología que adquirirá tonalidades peculiaridades en cada momento histórico.
La literatura de tipo apologético —a diferencia de lo que ocurre actualmente en Europa— se mantiene viva en los Estados Unidos de América y ha venido creciendo en las últimas décadas tanto en el mundo católico como en el protestante. Muchas veces este impulso ha provenido del trabajo de conversos al catolicismo. Este trabajo de Scott Hahn es una buena muestra de ello. AI igual que los antiguos Padres apologistas, inmersos en una cultura escéptica respecto al cristianismo, también nosotros hoy —señala el autor— «vivimos en una cultura que, a menudo, caricaturiza la fe como algo que no pasa de ser mera credulidad, intolerancia y superstición. Hay mucha gente esperando que le demos una explicación creíble de lo que creemos» (p. 23).
Este libro pretende despertar en el lector creyente un interés permanente por comprender su fe y por ofrecer respuestas a quienes le pidan razón de su esperanza (1 P 3,15). La defensa razonda de la fe ha de partir de una demostración de la compatibilidad entre la razón humana y el ppio. dogmático, apunta el profesor de Teología y Sagrada Escritura en la Franciscan Universit de Steubenville (Ohio) y del Saint Vincent Seminary (Latrobe, Pennsylvania.

El enfoque que Hahn elige para el planteamiento de lo que denomina las razones reales de la fe cristiana, es nuevamente el de la teología bíblica, planteada desde la perspectiva del Reino de Dios. Pero Hahn va más allá y afirma que “un científico debe tener fe en los datos experimentales que le ofrecen los otros científicos y en las instituciones que le patrocinan, así como en los criterios según los cuales esos científicos recibieron sus títulos o credenciales. Un científico debe tener fe en la autoridad y solvencia de la revistas científicas, al igual que en los resultados de los diferentes estudios que éstas publican”.
Cuando desde el campo científico se niega esta fe de la que habla Hahn lo único que se consigue, afirma, es poner las más altas aspiraciones del hombre al servicio de las tiranías más destructivas. Esa fe, al estar bien edificada y fundada, posibilita que la ciencia avance rápidamente. Para que esto llegue a producirse es necesario que creyentes y no creyentes acepten cuatro dogmas básicos, cuatro "creencias" indemostrables pero en las que creen hasta los escépticos más escépticos.

Creencia 1 - El principio de no-contradicción
Un objeto A no puede ser A y no-A al mismo tiempo y en el mismo sentido. No podemos decir que cierto animal es un gato, pero que no lo es, si estamos llamando "gato" a la misma cosa, usando la palabra en el mismo sentido. O lo es, o no lo es. Caer en la contradicción, decimos, es un disparate. Algunos filósofos antiguos (y algunos adolescentes modernos, algunos de edad avanzada) aseguran que toda proposición es simultáneamente verdadera y falsa. Pero Aristóteles observó que esos mismos filósofos no eran coherentes con sus postulados teóricos y al rechazar esta ley estaban sugiriendo, simultáneamente, su validez.

Creencia 2 - La general fiabilidad del sentido de percepción
Creemos (hasta el más escéptico de los escépticos, y sin prueba alguna) que nuestros sentidos perciben la realidad tal y como es, independientemente de nuestra percepción. Alguien puede decir que los sentidos son poco fiables como ciertas ilusiones ópticas, pero éstas son ilusiones ficticias precisamente porque algún otro sentido anula la percepción del sentido que nos engaña, o nuestra razón descubre la causa de la ilusión. Por ejemplo, un lápiz metido en un vaso de agua parece estar doblado pero nuestro sentido del tacto nos dice que no lo está al recorrerlo con los dedos en toda su extensión.

Creencia 3 - El principio de causalidad
Los cristianos defienden el principio de causalidad, y los científicos (incluso ateos) también, aunque no faltará el filósofo ateo que lo niegue simplemente por llevarle la contraria a los filósofos cristianos.

Creencia 4 - La noción de autoconciencia
Es la que les indica a un racionalista y a un creyente que existen. Puedo pensar que todo es una ilusión, pero todavía sigo estando conmigo mismo: con el ente que está abrigando esa ilusión. La auto-conciencia presume que hay un yo, independientemente de lo que pueda ser ese yo. Yo sé que existo, incluso aunque pretenda no estar seguro de todo lo demás.


La fe y la razón, explica Hahn, son por tanto facultades complementarias para llegar a la verdad de las cosas. Cuando una criatura o máquina alada trata de volar con un ala, cae a tierra. De modo similar, cuando los seres humanos tratamos de elevarnos sólo con una de esas dos facultades, nos estrellamos. La postura católica da espacio por lo tanto a la fe (confianza) y la razón como herramientas complementarias.

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